Los gatos que viven en las rocas son diminutos, quebradizos, frágiles, despeluchados, inseguros, tiernos ... la niña los observa a pocos metros desde la cima del acantilado, con melancolía y dolor en el rostro, quisiera llevárselos a todos, o al menos salvar a uno -¡mamá!... ¿por qué no nos los podemos llevar? ¡míralos!, ¡están tan flaquitos!...
La marea caprichosa sube enfurecida por la osadía de la niñita que quiere arrebatarle su nuevo tesoro. Ruge y ruge, estrellándose una y otra vez con más y más fuerza. La niña llora, y llora, pero su llanto de plata no hace más que alimentar la bestia marina.
Tarde o temprano, la madre se irá y las aguas se relajarán; la niñita dejará de llorar y, al ver a los gatitos libres y sanos, despertará a la realidad.
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